viernes, 28 de diciembre de 2007

LA ENFERMEDAD COMO CAMINO


Hace veinticinco años La enfermedad como camino inauguró la psiconeuroinmunología y provocó un temblor que todavía tiene réplicas en la medicina tradicional y "académica". Sus autores defendieron la tesis de que “No hay una diversidad de enfermedades curables, sino una sola enfermedad determinante del "mal estar" del individuo. Lo que llamamos enfermedades son en verdad síntomas de esta única enfermedad”, que cobra cada vez mayor vigencia en las psicoterapias.


Por Marco Antonio Moreno (*)


Cuando en 1983 el médico y psicoterapeuta Rüdiger Dahlke y el psicólogo Thorwald Dethlefsen publicaron La enfermedad como camino, desconocían el impacto creciente que su obra tendría en todo el mundo. Junto a detallados análisis de las más diversas enfermedades los autores se ocupan de tratar cada una de ellas y mostrar su significado en el terreno de la psiconeuroinmunología, la organización mental y sicológica del sistema inmunológico. Éste es un libro irreemplazable, muy adecuado como obra de consulta y para el estudio profundo de la interrelación entre cuerpo y alma. Ofrece interpretaciones claras y sugerentes para abordar numerosos trastornos de salud, desde los cuadros neurológicos como la enfermedad de Parkinson, la esclerosis múltiple o la epilepsia, hasta las afecciones más comunes.

Ya en el Prólogo del texto, sus autores son bien claros en el propósito de la obra:

"Este libro es incómodo porque arrebata al ser humano el recurso de utilizar la enfermedad a modo de coartada para rehuir problemas pendientes. Nos proponemos demostrar que el enfermo no es víctima inocente de errores de la Naturaleza, sino su propio verdugo. Y con esto no nos referimos a la contaminación del medio ambiente, a los males de la civilización, a la vida insalubre ni a «villanos» similares, sino que
pretendemos situar en primer plano el aspecto metafísico de la enfermedad. A
esta luz, los síntomas se revelan como manifestaciones físicas de conflictos
psíquicos y su mensaje puede descubrir el problema de cada paciente”

La enfermedad como camino analiza el significado de las infecciones, los dolores de cabeza, los trastornos cardíacos y los quebrantos de salud más habituales, señalando que todos los síntomas tienen un sentido profundo para la vida de la persona: nos transmiten mensajes de nuestro ámbito interno-mental- espiritual-sicológico, y de su adecuada interpretación dependerá nuestra capacidad de recuperarnos.

Por lo general, cuando nuestro cuerpo funciona normalmente damos por hecho que siempre será así y no le prestamos mayor atención: abusamos del cuerpo, lo intoxicamos o le exigimos de muchas maneras y ni siquiera a los primeros reclamos somos capaces de detenernos a escucharlo. Sólo cuando se prolonga, cuando el malestar se hace reiterativo es que se va al médico y se hace justamente lo menos apropiado: ingerir fármacos. Se piensa que la dolencia es un enemigo y que atacándola con los remedios la neutralizaremos y haremos desaparecer. Y así vamos lentamente convirtiéndonos en nuestros propios verdugos, vulnerando las defensas, traicionando la psiquis, intoxicando las neuronas.

Para los autores de este libro este es un craso error y la medicina moderna comienza a demostrarlo: efectos secundarios, mutación de síntomas, nuevos trastornos, etc. Dahlke y Dethlefsen son determinantes: “No hay nada que cambiar o mejorar como no sea la propia visión de la persona”. Cuando se produce un desajuste entre aquello que deseamos, decimos y hacemos, perdemos la sincronía y en el peor de los casos sobreviene un proceso que denominamos enfermedad.

A pesar de su formación médica, los autores hacen muy poco caso a virus, bacterias o accidentes. Para ellos la respuesta está en nosotros y es tan alta nuestra resistencia al cambio, que en muchos casos, preferimos morir a sanar.

A través de ejemplos simples, tomados de la propia experiencia y también de otras culturas, La enfermedad como Camino muestra que la única enfermedad determinante es el "mal estar" del individuo, y que todo lo que llamamos "enfermedades", son en realidad síntomas de esta única enfermedad. Asi, los pulmones son extremadamente sensibles a la tristeza y la melancolía; los riñones reflejan nuestros miedos; el hígado, nuestro gran laboratorio químico, convierte a la vesícula biliar en una cantera bajo la presión de la ira y de la amargura; y el estómago, es afectado por las preocupaciones y el estres…

Hoy se sabe que el cerebro no distingue entre un recuerdo y un sueño, entre una imagen vista por televisión y la realidad, y que formamos moléculas y segregamos enzimas que obedecen a nuestros pensamientos. No es de extrañar entonces que nuestro sistema inmunológico ande por los suelos o con todas las baterías y alarmas de defensa en estado de guerra.

Hay un momento para cada cosa y la muerte está en nuestro itinerario, pero no ser víctima, sino responsable de aquello que está sucediendo dentro de nosotros, nos concede una pausa para contemplar la enfermedad desde otro ángulo, tal vez revertirla y si no es posible, aceptar una vida diferente, con un cierto número de limitaciones, o incluso mirar con tranquilidad la propia muerte.

Los autores del libro nos invitan a hacernos preguntas, cada cual conoce en su interior la manera más certera de hacerlas o de eludirlas. Todos tenemos frentes abiertos en nuestra vida, viejas heridas y cicatrices, trincheras y barricadas, zonas minadas y campos de batalla de los que somos más o menos conscientes. Traerlos a la conciencia puede resultar doloroso, pero sin ese trabajo el conflicto seguirá latente y seguirá manifestándose una y otra vez de maneras diversas, incluso aunque hayamos conseguido suprimir los síntomas que nos aquejan.

* En homenaje a Vlad Huber, uno de los Pioneros en desarrollar las terapias de psiconeuroinmunología en Chile

Visitar website de Vlad Huber

1 comentario:

Reflexiones en Libertad dijo...

Hola Graciela!!
Muy interesante artículo!!!
gracias, un beso