domingo, 20 de enero de 2008

HOUDINI: EL ETERNO EVASOR


Psicoanalistas de distintas épocas y escuelas (Freud, Ferenczi, Balint, Lacan) se han ocupado de la estrecha relación entre la huida y el deseo, con variantes que van desde la huida del deseo -o de situaciones en las que está en juego- hasta el deseo mismo de huir. Como señala Adam Phillips, algunas personas pueden definirse por aquello de lo que escapan y, otras, por el hecho de estar siempre escapando. Harry Houdini (1874-1926) llegó a ser el "mago más grande del mundo" a partir de representaciones en las que se sometía a toda clase de encierros y ataduras que ponían en riesgo su vida, y de los que lograba zafar ante un público siempre estupefacto. Sogas, cadenas, esposas, mordazas, candados, camisas de fuerza, baúles, hielo, todo servía para refinar el diseño de objetos capaces de derrotar a este auténtico artista de la fuga.

En su libro “La caja de Houidini, sobreelArte de la Fuga”, Adam Phillips trata, básicamente, de los encierros y las salidas, de los escondites y las apariciones sorpresivas (juego emblemático, si los hay), de las ligazones y las "desligazones", de las movilidades y las inmovilidades. Phillips nos va introduciendo en la vida de este personaje impar que se especializó en llevar a los escenarios su propia prisión y para quien la verdadera aventura no era meramente estar libre sino liberarse. La creciente popularidad fue transformando a Houdini en alguien inquietante para las fuerzas del orden (lograba escapar de celdas), para los centros psiquiátricos (ideó una fuga memorable para pacientes internados), pero así como ayudó a los delincuentes con sus destrezas, también contribuyó a que la policía mejorase sus técnicas.

El psicoanalista inglés va evocando otras historias de escondites y fugas, como la de la niña que se oculta una y otra vez en el consultorio, tironeada entre el deseo de que el otro la descubra y el deseo de que esto no termine de ocurrir. O la del hombre que manifiesta una compulsión de buscar mujeres de las que tenga que huir. O la de Emily Dickinson, la poeta que a los treinta años decidió vivir como una ermitaña el resto de su vida. Historias que dejan como enseñanza, entre otras cosas, que aquello de lo que escapamos es inseparable de -y hasta está definido por- aquello hacia lo cual escapamos. .Pero el gran protagonista de estas páginas sigue siendo Houdini, el "eterno evasor". Muy en el estilo de otras obras de Phillips (Flirtear , La bestia en la guardería), ésta logra, por momentos, que el lector no sepa si está ante un retrato biográfico, ante la descripción de un caso clínico o ante uno de esos personajes de Paul Auster, que deambulan por el mundo en busca de alguna contingencia salvadora. Son las marcas de un autor que escapa -valga el término- a modos rígidos de transmitir el psicoanálisis.

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